Diego de Silva Velázquez
(Diego de Silva Velázquez;
Sevilla, 1599 - Madrid, 1660) Pintor español. Además de ser la personalidad
artística más destacada de su tiempo, Diego Velázquez es también la figura
culminante del arte español, sin rival hasta los tiempos de Goya.
Diego
Velázquez realizó su aprendizaje en Sevilla, en el taller de Pacheco, con cuya
hija casó en 1617. Cuando todavía era un adolescente, pintó algunas obras
religiosas (La Inmaculada Concepción, La
Adoración de los Reyes Magos) con un realismo inusual y pronunciados
efectos de claroscuro. A la misma época pertenece una serie de obras de género
con figuras de prodigiosa intensidad y una veracidad intensísima en la
reproducción tanto de los tipos humanos como de los objetos inanimados; entre
otros ejemplos se pueden citar Vieja friendo huevos y El aguador de Sevilla.
También
por entonces pintó inusitados cuadros de temática religiosa ambientados en
escenarios cotidianos, como Cristo en casa de Marta o Cristo en Emaús; de hecho, la
capacidad de convertir las escenas religiosas en algo cercano y realista
constituye una característica del barroco sevillano que Velázquez legó a otros
artistas de su tiempo.
Estas
obras, de un estilo por lo demás muy distinto del de su época de madurez, le
valieron cierta reputación, que llegó hasta la corte, por lo que en 1623 Diego
Velázquez fue llamado a Madrid por el conde-duque de Olivares, valido de Felipe
IV, para que pintara un retrato del rey; tanto gustó la obra al soberano que lo
nombró pintor de corte.
Comenzó
así para Velázquez una larga y prestigiosa carrera cortesana, a lo largo de la
cual recibió destacados títulos, como los de ujier de cámara y caballero de la
Orden de Santiago. Desde su nombramiento oficial hasta el final de sus días
pintó numerosos retratos de Felipe IV y de diversos miembros de su familia, a
pie o a caballo.
Se
trata de obras de gran realismo y excepcional sobriedad en las que el magistral
empleo de la luz sitúa los cuerpos en el espacio y hace vibrar a su alrededor
una atmósfera real que los envuelve. Los fondos, muy densos al principio, se
suavizan y aclaran luego, con el paso del tiempo. En los retratos femeninos (el
de Mariana de Austria, por ejemplo), el artista se recrea en los magníficos
vestidos, en los que muestra sus grandes cualidades como colorista.
La
culminación de su carrera como retratista es Las Meninas, considerada por algunos
como la obra pictórica más importante de todos los tiempos. Hay que destacar
igualmente las incomparables series de enanos y tullidos de la corte. Velázquez
realizó dos viajes a Italia, uno en 1629-1631 y otro en 1648-1651. En ambos
produjo obras importantes: La túnica de José y La fragua de Vulcano en el primero; los retratos de Juan de
Pareja y de Inocencio X en el segundo; el del Papa es un retrato portentoso,
dotado de una vivacidad, una intensidad y un colorismo excepcionales.
Al
genio sevillano se debe también una obra maestra de la pintura histórica, La
rendición de Breda, pintada en 1634 para el Salón de Reinos del palacio
del Buen Retiro de Madrid. El mérito de la obra reside en la ausencia del
engolamiento habitual en los cuadros de temática histórica y en la plasmación
de las facetas más humanas del acontecimiento; la composición admirablemente
resuelta y la atmósfera de extraordinario realismo han hecho de esta obra una
de las más conocidas del maestro.
Artista prolífico, Diego
Velázquez dejó también importantes creaciones de temática religiosa (Crucificado) y algunas de tema
mitológico en clave cotidiana, como Los borrachos o Las hilanderas, ésta una de las obras
capitales del artista por la perfección que alcanza en ella la perspectiva
aérea. El tono de cotidianidad, de acontecimiento vivo, confiere a estas
realizaciones un particular atractivo.
De
temática mitológica es así mismo la magistra lVenus del espejo, el único desnudo femenino que pintó y uno de
los pocos de la historia de la pintura española. Poco conocido fuera de España
hasta el siglo XIX, Diego Velázquez es hoy considerado uno de los grandes
genios de la pintura universal.
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