El Ceibo
La flor de ceibo, también
denominada seibo, seíbo o bucaré, fue declarada flor nacional argentina el 23
de diciembre de 1942. Es un árbol originario de América, especialmente de
Argentina, Uruguay, Brasil y Paraguay. Crece en las riberas del Paraná y del
Río de la Plata, pero también se lo puede hallar en zonas cercanas a ríos,
lagos y zonas pantanosas. Pertenece a la familia de las leguminosas. No es un
árbol muy alto y tiene un follaje caduco de intenso color verde. Sus flores son
grandes y de un rojo carmín. Su tronco es retorcido. Sus raíces son sólidas y
se afirman al suelo contrarrestando la erosión que provocan las aguas. Su
madera, blanca amarillenta y muy blanda, se utiliza para fabricar algunos
artículos de peso reducido. Sus flores se utilizan para teñir telas.
Esta planta en nuestro país se encuentra distribuida preferentemente en el norte de la provincia de Buenos Aires, Entre Ríos (Paraná), Misiones, Formosa, Jujuy, Salta, Tucumán, Santiago del Estero y Santa Fe. Tres especies distintas de ceibo se encuentran en nuestro país:
Esta planta en nuestro país se encuentra distribuida preferentemente en el norte de la provincia de Buenos Aires, Entre Ríos (Paraná), Misiones, Formosa, Jujuy, Salta, Tucumán, Santiago del Estero y Santa Fe. Tres especies distintas de ceibo se encuentran en nuestro país:
a) El ceibo común de la
región mesopotámica.
b) El ceibo del Chaco y
Formosa.
c) El ceibo de Salta,
Jujuy y Tucumán, que es el de mayor altura y con flores de colorido más bello.
Cuenta la leyenda que en
las riberas del Paraná, vivía una indiecita fea, de rasgos toscos, llamada Anahí.
Era fea, pero en las tardecitas veraniegas deleitaba a toda la gente de su
tribu guaraní con sus canciones inspiradas en sus dioses y el amor a la tierra
de la que eran dueños... Pero llegaron los invasores, esos valientes, atrevidos
y aguerridos seres de piel blanca, que arrasaron las tribus y les arrebataron
las tierras, los ídolos, y su libertad.
Anahí fue llevada cautiva
junto con otros indígenas. Pasó muchos días llorando y muchas noches en
vigilia, hasta que un día en que el sueño venció a su centinela, la indiecita
logró escapar, pero al hacerlo, el centinela despertó, y ella, para lograr su
objetivo, hundió un puñal en el pecho de su guardián, y huyó rápidamente a la
selva.
El grito del moribundo carcelero, despertó a los otros españoles, que salieron en una persecución que se convirtió en cacería de la pobre Anahí, quien al rato, fue alcanzada por los conquistadores. Éstos, en venganza por la muerte del guardián, le impusieron como castigo la muerte en la hoguera.
El grito del moribundo carcelero, despertó a los otros españoles, que salieron en una persecución que se convirtió en cacería de la pobre Anahí, quien al rato, fue alcanzada por los conquistadores. Éstos, en venganza por la muerte del guardián, le impusieron como castigo la muerte en la hoguera.
La ataron a un árbol e
iniciaron el fuego, que parecía no querer alargar sus llamas hacia la doncella
indígena, que sin murmurar palabra, sufría en silencio, con su cabeza inclinada
hacia un costado. Y cuando el fuego comenzó a subir, Anahí se fue convirtiendo
en árbol, identificándose con la planta en un asombroso milagro.
Al siguiente amanecer, los soldados se encontraron ante el espectáculo de un hermoso árbol de verdes hojas relucientes, y flores rojas aterciopeladas, que se mostraba en todo su esplendor, como el símbolo de valentía y fortaleza ante el sufrimiento.
Al siguiente amanecer, los soldados se encontraron ante el espectáculo de un hermoso árbol de verdes hojas relucientes, y flores rojas aterciopeladas, que se mostraba en todo su esplendor, como el símbolo de valentía y fortaleza ante el sufrimiento.
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