El Pombero o Cuarahú Yará
Según
me ha comunicado el agrimensor nacional señor Juan Queirel, en algunas partes
de Corrientes tienen la leyenda del Cuarahú Yará (dueño del sol) o Pombero, que
no es, a mi modo de ver sino una modificación de la Yasí-Yateré, como la de
Caá-Porá lo es de la Caá-Yarí.
El Pombero o Cuarahú Yará es un hombre alto y delgado, que lleva un grandísimo sombrero de paja, y una caña en la mano, y así recorre los bosques a la siesta, cuidando de todos los pájaros, pues es su protector.
Si a esa hora halla muchachos entretenidos en cazarlos los arrebata y se los lleva; de modo que las criaturas, por temor de él, no se alejan de los ranchos y sus padres pueden dormir tranquilamente la siesta, sin cuidado de que nada les suceda.
En el Chaco creen que el Pombero es un compañero invisible con el cual se puede hacer trato, y así él acompañará a su amigo por todo y en todo, librándolo de peligros. Muchas veces, según sea necesario, puede aparecerse en forma de indio, de un tronco, de un camalote, de acuerdo con las funciones que debe prestar.
También silba como pájaro; en cambio es necesario hablar muy poco y en voz baja de él y ofrendarle de noche, dejando fuera del rancho tabaco u otras cosas.
El Pombero o Cuarahú Yará es un hombre alto y delgado, que lleva un grandísimo sombrero de paja, y una caña en la mano, y así recorre los bosques a la siesta, cuidando de todos los pájaros, pues es su protector.
Si a esa hora halla muchachos entretenidos en cazarlos los arrebata y se los lleva; de modo que las criaturas, por temor de él, no se alejan de los ranchos y sus padres pueden dormir tranquilamente la siesta, sin cuidado de que nada les suceda.
En el Chaco creen que el Pombero es un compañero invisible con el cual se puede hacer trato, y así él acompañará a su amigo por todo y en todo, librándolo de peligros. Muchas veces, según sea necesario, puede aparecerse en forma de indio, de un tronco, de un camalote, de acuerdo con las funciones que debe prestar.
También silba como pájaro; en cambio es necesario hablar muy poco y en voz baja de él y ofrendarle de noche, dejando fuera del rancho tabaco u otras cosas.
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