Yasí-Yateré
Hallándose en un galpón de yerbateros, situado cerca
del arroyo Itaquirí, en el interior de la jurisdicción de los yerbales de
Tacurú-Pucú, de mañana, al levantarme, supe que las mujeres de aquel lugar no
habían podido dormir la noche anterior, pues habían oído silbar al Yasí-Yateré.
No conozco el pájaro que, con su canto, remeda estas palabras. A pesar de todos mis esfuerzos y averiguaciones no he podido ni siquiera dar con su descripción; unos dicen que es del tamaño de una paloma y de plumaje parecido al de las gallinas guineas; otros, en cambio, me han asegurado que es pequeño y de color oscuro, etc., de modo que reina aun entre aquella gente una gran confusión respecto de él.
Acerca de este pájaro corre una leyenda muy difundida, no sólo en el Paraguay, sino también en la provincia de Corrientes; creo que también ésta es de origen guaranítico, pues no existe en otros puntos.
Según cuentan, no es un pájaro el que silba, de ese modo, sino un enano rubio, bonito, que anda por el mundo cubierto con un gran sombrero de paja, y llevando un bastón de oro en la mano.
Su oficio es el de robar los niños de pecho, que lleva al monte, los lame, juega con ellos, y luego los abandona allí, envueltos en isipós (enredaderas).
Las madres, desesperadas al notar su falta, salen a buscarlos, y, guiadas por sus gritos, generalmente los encuentran en el suelo; pero desde ese día, todos los años, en el aniversario del rapto del Yasí-Yateré, las criaturas sufren de ataques epilépticos.
Según otros, el Yasí-Yateré roba a los niños, no para lamerlos, sino para enseñarles su oficio de raptor, y no falta también quien asegura que no sólo roba a las criaturas sino también a las mujeres bonitas, las que son a su vez abandonadas, y el hijo que nace de esta unión, con el tiempo, será Yasí-Yateré.
Esta última versión creo haya sido inventada para justificar ciertos raptos, que no dejan de abundar por aquellas regiones. Si algún mortal puede arrancar al Yasí-Yateré su bastón de oro, adquiere por este solo hecho sus cualidades de Tenorio afortunado.
A pesar de ser invisible el Yasí-Yateré, no faltan algunas personas que aseguren y juren haberlo visto en la forma descripta, cuando eran pequeñas.
Había tratado de averiguar el origen de esta leyenda, sin resultado, cuando la casualidad vino en mi ayuda. Conversando me contaron que, hace pocos años, estando acampado en el interior del Tacurú-Pucú un conocido yerbatero, una noche se levantaron sobresaltados por un ruido, notando inmediatamente la falta de una criatura de pecho que dormía en su cuna, mientras distinguieron el barullo de alguien que disparaba. Corrieron a ese punto, y encontraron efectivamente la criatura en el suelo; al día siguiente vieron en ese lugar rastros humanos, y como andaban los Guayaquis por allí, pronto dieron cuenta de que había sido uno de esos indios el autor del secuestro.
La costumbre de los indios de robar criaturas y mujeres es, hasta cierto punto, general en todas las tribus y razas, que han considerado siempre a ambos como el mejor botín de guerra.
Además he sabido que, no hace mucho, un cacique cainguá pidió, queriéndoselo llevar, a un muchacho en un rancho, para enseñarle a ser cacique, dando sin querer con esto una prueba instintiva e inconsciente de selección de raza como elemento de superioridad.
Estos hechos demuestran, hasta cierto punto, que la leyenda del Yasí-Yateré debe tener su origen en ellos, ampliada y modificada, naturalmente, de un modo fantástico, por pueblos en que la Naturaleza ayuda, en gran parte, a sobrexcitar sus cerebros ignorantes.
No conozco el pájaro que, con su canto, remeda estas palabras. A pesar de todos mis esfuerzos y averiguaciones no he podido ni siquiera dar con su descripción; unos dicen que es del tamaño de una paloma y de plumaje parecido al de las gallinas guineas; otros, en cambio, me han asegurado que es pequeño y de color oscuro, etc., de modo que reina aun entre aquella gente una gran confusión respecto de él.
Acerca de este pájaro corre una leyenda muy difundida, no sólo en el Paraguay, sino también en la provincia de Corrientes; creo que también ésta es de origen guaranítico, pues no existe en otros puntos.
Según cuentan, no es un pájaro el que silba, de ese modo, sino un enano rubio, bonito, que anda por el mundo cubierto con un gran sombrero de paja, y llevando un bastón de oro en la mano.
Su oficio es el de robar los niños de pecho, que lleva al monte, los lame, juega con ellos, y luego los abandona allí, envueltos en isipós (enredaderas).
Las madres, desesperadas al notar su falta, salen a buscarlos, y, guiadas por sus gritos, generalmente los encuentran en el suelo; pero desde ese día, todos los años, en el aniversario del rapto del Yasí-Yateré, las criaturas sufren de ataques epilépticos.
Según otros, el Yasí-Yateré roba a los niños, no para lamerlos, sino para enseñarles su oficio de raptor, y no falta también quien asegura que no sólo roba a las criaturas sino también a las mujeres bonitas, las que son a su vez abandonadas, y el hijo que nace de esta unión, con el tiempo, será Yasí-Yateré.
Esta última versión creo haya sido inventada para justificar ciertos raptos, que no dejan de abundar por aquellas regiones. Si algún mortal puede arrancar al Yasí-Yateré su bastón de oro, adquiere por este solo hecho sus cualidades de Tenorio afortunado.
A pesar de ser invisible el Yasí-Yateré, no faltan algunas personas que aseguren y juren haberlo visto en la forma descripta, cuando eran pequeñas.
Había tratado de averiguar el origen de esta leyenda, sin resultado, cuando la casualidad vino en mi ayuda. Conversando me contaron que, hace pocos años, estando acampado en el interior del Tacurú-Pucú un conocido yerbatero, una noche se levantaron sobresaltados por un ruido, notando inmediatamente la falta de una criatura de pecho que dormía en su cuna, mientras distinguieron el barullo de alguien que disparaba. Corrieron a ese punto, y encontraron efectivamente la criatura en el suelo; al día siguiente vieron en ese lugar rastros humanos, y como andaban los Guayaquis por allí, pronto dieron cuenta de que había sido uno de esos indios el autor del secuestro.
La costumbre de los indios de robar criaturas y mujeres es, hasta cierto punto, general en todas las tribus y razas, que han considerado siempre a ambos como el mejor botín de guerra.
Además he sabido que, no hace mucho, un cacique cainguá pidió, queriéndoselo llevar, a un muchacho en un rancho, para enseñarle a ser cacique, dando sin querer con esto una prueba instintiva e inconsciente de selección de raza como elemento de superioridad.
Estos hechos demuestran, hasta cierto punto, que la leyenda del Yasí-Yateré debe tener su origen en ellos, ampliada y modificada, naturalmente, de un modo fantástico, por pueblos en que la Naturaleza ayuda, en gran parte, a sobrexcitar sus cerebros ignorantes.
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